“mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos”
Alejandra Pizarnik.
Alguien debería explicarte que la avenida no es un bizcochuelo esponjoso y que no está bien andar espolvoreando azúcar, en la copa de los árboles.
Alguien debería advertirte que cuando venís caminando así, por la calle; los melones, los maniquíes y hasta los ciegos voltean para verte.
Alguien debería tener la cortesía de contarte que cuando te veo aparecer con esos ojos oscuros, se me dibuja en el horizonte la noche de Van Gogh, aunque sean las cinco de la tarde.
Y el mundo que se me vuelve magenta, cámara lenta, y el lomo de un caballo bajo las estrellas de un perfume azul.
Y aunque no te des cuenta, se te caen de los talones mil colibríes blancos, cuatro burbujas, veintitrés violines; y en el cuello se te despereza un hurón.
Y nadie te explica, y yo que me pregunto: cómo vas a entender las ganas de sentarme en la comisura de tus pupilas a besarte en do re mi.
Venís así, tan como si nada, con la impunidad de los que no saben lo que hacen, y no te enterás del rastro de primavera con el que se tiñen las baldosas a tu paso. Ni siquiera del despilfarro de ternura que destila de tus manos y colorea el cordón de la vereda, cuando esperás que el semáforo cambie.
Vos, venís así, tan como si nada.
Yo, miro este atentado de vos, esta inocencia de pluma con la que deshacés los adoquines.
Y nadie, que te explique lo que implica verte así, tan sakura, cruzar la calle.