Teniendo un hijo pequeñito las tareas del día a día pueden hacer que tus 24 horas, parezcan durar 24 segundos; “no tengo tiempo para nada” es el título. Pero también —mirando una foto, por ejemplo—, puede suceder que te das cuenta que ha crecido tanto, tanto que el título bien podría ser: “el tiempo pasa demasiado rápido”
Ahora, Tommy tiene 5 años y me descubro sin tener que dar la teta cada dos horas, ni teniendo que cambiar pañales por la noche. Ahora, podemos dormir más de 3 horas — hace un tiempo era una utopía, algo que nunca podríamos hacer de nuevo—.
En esta nueva etapa de vida, me vuelvo a reencontrar con “cosas” que hace tiempo no podía hacer. Este blog, por ejemplo, son palabras en una hoja que llevan su tiempo de corrección; tiempo de edición, tiempo de fotos… tiempo. Pero ahora, sí, puedo tener un “tiempito” como para sentarme a escribir y eso, me tiene contenta. Decir –ahora podría escribir un par de renglones– y poder hacerlo, me hace sentir optimista.
Ahora que lo pienso, no es que tengo más tiempo, es que “me lo hago”. En lugar de irme a dormir, elijo quedarme despierta haciendo. No sé de dónde saco esa fuerza porque hay días que son agotadores, y me dan las 3 de la mañana haciendo lo que no pude hacer durante el día. Es cansador pero ese “esfuerzo nocturno” es como una inversión, es lo que me da esa sensación de “poder con todo”. Es que claro, es una cuestión de elección. Uno elige ¿no?. En mi caso elijo resignar horas de sueño para poder tener un emprendimiento y todo lo que eso implica. Porque sí, señores y señoras, yo soy la CEO de mi empresa; mi empleada, mi publicista, mi diseñadora, mi contadora, mi todo; soy yo misma.
Como te contaba, es una cuestión de elección. Hace un tiempo, me di cuenta que cada momento presente tiene múltiples posibilidades; y que elijo momento a momento, qué opción tomar. Y es justamente esa elección, lo que determina qué gusto tendrá el siguiente momento. El día se transforma entonces, en una sucesión de momentos presentes, elegidos.
Y no sé si será por vieja o por terca; pero últimamente, se me canta elegir ya no enojarme tanto por cosas que escapan de mi capacidad de “hacer” —o al menos lo intento— Una vez escuché a Victor Küppers decir que en la vida hay “dramas” o hay “circunstancias a resolver”. Los dramas ya sabemos qué son: esas enfermedades terminales, accidentes graves, situaciones de vida o vida después de la vida, por ejemplo. Y las circunstancias a resolver son esas situaciones que podes solucionar. En esta categoría entran también, esas cosas que te dan ganas de putear en grande y que podés “resolver” puteándolas y dejándolas ir. Enojarse —a veces— es sano. Ser sabios entonces, es saber distinguir frente a qué estamos; y obrar en consecuencia. O dicho de otra forma: a las huevadas, ni cabida.
Por ejemplo, leés que te aumentaron los precios de los materiales que usas para crear los artículos de tu emprendimiento; en el momento en que leés elegís como será tu siguiente momento presente… La gran pregunta es ¿cómo querés que sea el siguiente momento?… Al terminar de leer la noticia podrías: amargarte o reírte, ponerte a llorar, no darle importancia al tema, sentarte a reevaluar tus precios o, dejar ir ese momento y ver el tema cuando estés más tranqui. Siempre; uno, elije.
¿Qué vas a hacer? ¿prender la tele? ¿vas a leer de inflación Argentina? ¿de lo que dijo tal o cuál político de turno sobre lo mal o bien que estamos?… —la política Argentina, es una “patología psicológica” desde que tengo uso de razón— El desánimo, es una elección.
¿Qué vas a hacer? ¿Desanimarte?¿o vas a motivarte recordando que las patadas en el culo que reciba tu emprendimiento te impulsan, siempre, para adelante? La automotivación, es también, una elección.
En este “reencuentro” con hacer cosas que no hacía hace tiempo; como escribir; también me reencontré leyendo; no tanto como me gustaría pero “va queriendo, va queriendo” —solo estoy a 15 libros o más, de ponerme al día con todo lo postergado—
Me gusta leer desde siempre, pero principalmente, me encanta leer poesía. En esas andaba yo, hace unas noches, cuando me topé con el inicio de un poema de Laura Casielles y leí:
Aprender la levedad del pájaro.
Sacar los pies del nido y encontrar
que fuera el mundo es limpio
y el cielo es amplio
y no nos queda nada
por lo que valga la pena no amar.
Y entonces leí varias veces esos renglones y me sentí orgullosa de estar “aprendiendo” la levedad de mi emprendimiento. Y sí, en este país marca “Toneladas de trabas” elijo quedarme quieta y “Olvidar que las cosas pesan”.
Hoy por ejemplo, me quedé quieta cuando una clienta me escribió: “Hola, b día, ya tengo mi pedido todo hermoso, delicado y fino, la felicito, saludos”. Sí, me quedé quieta y una sonrisa de felicidad que nadie vio, se me dibujó en la cara. Una sonrisa, de esas que hacemos los emprendedores con nosotros mismos, una sonrisa como esas de echar cosas al aire y que le nazcan alas…
Dicho todo lo dicho, creo que ya verás claro porqué este bordado se llama “Vas bien” y entenderás perfecto, porque tiene un pájaro y no una sopapa jaja. Te dejo de regalo el poema completo por si te dio curiosidad; se llama “La levedad del Pájaro” y dice:
Aprender la levedad del pájaro.
Sacar los pies del nido y encontrar
que fuera el mundo es limpio
y el cielo es amplio
y no nos queda nada
por lo que valga la pena no amar.
Aprender
la levedad del pájaro. Respirar.
Sentir cómo pasa el aire
por todas las esquinas del cuerpo,
lo más parecido a volar
que puede hacer una mujer
como yo,
con el corazón
pegado a la tierra.
Desafiar
la gravedad
como quien desafía
una norma, aprender
la levedad del pájaro.
Olvidar que las cosas pesan
y echarlas al aire,
quedarse quieta y ver
cómo les nacen alas.
Lo más parecido a volar
que puedo hacer,
yo que tengo
los pies
de plomo.
Aprender
la levedad
del pájaro.
Laura Casielles
del libro: "Los Idiomas Comunes"
Espero que elijas un bello presente si llegaste hasta aquí.
♥️Tuky
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